lunes, 13 de diciembre de 2010

Los días transcurrían y él era casi feliz, la casa más caliente del pueblo, buena comida del huerto, los deliciosos huevos de las gallinas, la leche que iba a comprar al establo de Quimet y a pesar de todo Josep no era un mal hermano, después de ayudar a madre en el huerto, cuando no iba a casa del mossen, madre les dejaba algún rato para jugar y se enzarzaban en juegos de chicos que todo hay que decirlo, no siempre acababan bien. Alguna brecha en la cabeza de una pedrada, al jugar a guerras, algún chichón al caerse de la copa de un árbol, lugar preferente de reunión para los más osados, o algún patadón al jugar con la pelota hecha de trapos. Lo peor siempre era...la noche...
Había días que Galio pasaba la noche sin dormir. Y ese día podía librarse de la bronca diaria y de los muchos castigos.
La desesperación de Agnes iba cada día en aumento. El niño ya tenía edad para no mojar la cama, su paciencia tenía un límite. Quería al niño, lo había alimentado con su propia leche, lo había visto crecer. Pero este crío era terco y desobediente, no le daba la gana de esforzarse, era un cochino y lo peor de todo, lo hacía para mortificarla a ella que era la que más lo quería. Así le pagaba su dedicación.
No podía quejarse con Sebastiá. El hombre parco en palabras como era, no le admitía quejas, ella lo había querido, ahora ya era tarde. El a su manera también quería al chico. Pero no estaba de acuerdo con los privilegios que según el gozaba. Si se meaba no era su problema, que durmiera mojado y sucio todos los días y punto.
En ocasiones la tensión en la casa, a causa de los dichosos pipís, se hacía insoportable. Agnes gritaba descontrolada. Se tomaba como una agresión personal el hecho. Veía al pobre Galio como un monstruo de maldad y además había de soportar la irritación de Sebastiá que la hacía culpable de todo. Sebas se dedicaba a pasar más horas en la fragua que gracias a Dios trabajo no le faltaba.
Era tarde, madre le regañaría. Los días se acortaban y oscurecía pronto, se acercaba Navidad y mossen Anselm le había retenido más tiempo prepararlo en la litúrgia del tiempo que se avecinaba. El lo ignoraba, pero mossen Ansel albergaba la esperanza de ganar un adepto a su vocación, amen de realizarse en sus carencias afectivas, lo quería convertir en algo suyo. Galio salió de casa del mossen con aquella extraña sensación de incomodidad que siempre le invadía en el trato con el sacerdote.
Divisó de lejos su casa y sintió un gran alivio, hacía frío y estaba deseoso de llegar y sentir el calor de la planta baja, caldeada por la fragua que se comunicaba con la cocina. No obstante tendría que justificar a su madre la tardanza. Al salir de la casa parroquial, se había entretenido jugando con Manel y Pera. Le habían retado a hacer puntería con el tronco de un árbol. No era una ocasión para despreciar, ya que raramente contaban con el. Galio era un chico sociable por naturaleza, pero los chiquillos del pueblo solían burlarse de él por su aspecto diferente, ocasión que su hermano Pep no despreciaba. Esta vez estaba solo y pudo disfrutar del juego.
Nada más entrar Agnes le espetó.
_¿De donde vienes? Estas no son horas, ya es de noche.
_Madre mossen Anselm me ha hecho estar más rato y..., también he estado jugando, pero muy poco rato con Pera y Manel.
Agnes lo miro con pena, sabía de sus problemas con los chavales del pueblo y de los celos de su hermano. Muchas veces la mujer se preguntaba si había hecho bien. Normalmente no se andaba con sensiblerías, a fin de cuentas la vida no era fácil para ellos, pero se sentía culpable de que Galio estuviera allí, a fin de cuentas era ella la que había convencido a su marido para que el niño se quedase. _"Una carga más"_ Decía siempre Sebastiá. A lo que ella respondía _"Unos brazos más cuando sea mayor, a fin de cuentas sera un hombre"_
Galio era un niño sensible y despierto, percibía estas sensaciones respecto a el, pero no podía comprender su significado, algo que aún lo hacía sentirse más aislado.

martes, 22 de diciembre de 2009

Un aparte.

Bueno no se que he hecho, y resulta que soy mi seguidora, así que lo de "yo misma" es muy adecuad0 . Lo malo es que no se borrarme.
Su embeleso duro poco. Entro madre sigilosamente, se acercó a su cama y lo zarandeó. En un murmullo ronco le dijo _¿Ya lo has hecho? ¿Has hecho pipí?_
_No madre, no estoy mojado_
_Ya sabes que como mojes la cama esta noche, dormirás con todo empapado porque con este tiempo no se seca nada y no puedo ir al río todos los días por capricho del señorito a destrozarme las manos, que ya no parecen ni manos. Ya sabes que si te meas , tendrás que ir a recoger tu la leña antes del desayuno, además del cachete que te voy a dar_
La perorata seguía y seguía, como si las palabras fueran capaces de exorcizar los demónios mingitorios del pobre Galio. Le sacó el orinal de debajo de la cama con gesto amenazador y sin hacer ruido lo volvió a dejar allí. Con un _Ya me has oído_Salio rauda de la habitación. Todo como un susurro.
Galio volvió la mirada hacia la cama de Josep, al menos no se había despertado. Cuando eso ocurría encima tenía que aguantar las burlas de él, eso si no le insultaba directamente y le decía _Eres un puerco_
La magia había desaparecido, la claridad de la noche que entraba por la ventana ahora no le interesaba. Ya daba igual.
Como cada noche, Galio no quería dormirse, tenía miedo, miedo de mojar la cama. El era casi feliz, si no fuera por el pipí....Había temporadas peor que otras, sobretodo cuando hacía frío. El colchón no secaba, nada secaba, no se lavaba y el olor lo invadía todo. Eso no le impedía dormir, pero la humedad era otra cosa. Alguna noche intentaba dormir en el suelo, pero el frío se lo impedía, aunque se tapara bien con las mantas.
Antes de salir el sol, padre y madre ya estaban trajinando ,había silencio solo interrumpido por las cacerolas y los cacharros de la cocina. Pero en seguida comenzó el alboroto, sobretodo cuando Agnes descubrió una vez más la cama mojada de Galio.
Sin embargo la vida seguía, aunque la cama mojada era el acontecimiento más importante en el universo del niño.
_Mosen Anselm quiere que vayas todos los días esta temporada un rato a la parroquia para que aprendas "de letras"_Dijo Agnes
_¿Por que madre?_
_¿Que te has creído?_
_Quiero decir, que por que no viene Pep también_
_ Tu no tienes nada que decir_
El respeto, eso si lo entendía, padre hablaba poco, dejaba ese trabajo a madre, pero era contundente si se descontrolaba la situación se sacaba la correa de la cintura y todos escurrían el bulto.

El padre Anselm, orondo y canoso vivía con una anciana enjuta y agria que parecía tener más años que el pueblo, era su ama de llaves. Vivían en una casita de dos plantas adosada a la pequeña Iglesia. Allí empezó a acudir Galio para recibir sus primeras enseñanzas.
El padre Anselm era muy afable con el, mientras en publico mantenía un semblante distante con sus feligreses, parecía que siempre estuviera dispensando "el perdón" que el predicaba para los demás. No importaba, para el estaba todo estupendo, no entendía nada pero era fantástico acudir a aquella casa, ser obsequiado con galletas y tratado con deferencia por la "espanta niños" del ama de llaves. En este caso ser diferente tenía sus ventajas. Pasaban los días y eso de aprender comenzó a gustarle, además en ninguna parte era tan bien tratado como en esa bendita casa, llegó a desear cada día que llegara la hora de acudir para poder evadirse de su drama nocturno cotidiano. Las letras, las letras, no era fácil pero iban encajando. Sin embargo Mosen Anselm resultaba algo empalagoso.
Sus padres no parecían muy contentos. Vio en ocasiones como después de la misa del domingo hablaban con el sacerdote, Los tres parecían disgustados. Oía retazos de la conversación .Padre y madre se lamentaban de que empleaba demasiado tiempo en naderías,abandonando el trabajo en casa y bastante esfuerzo estaban haciendo ellos . No sabía como Mosen Anselm les hacía regresar cabizbajos y mudos aceptando sus condiciones.

sábado, 28 de noviembre de 2009

Miraba sin comprender, la tarde decaía, su cabecita rapada se apoyaba en su mano,sentado en el seco suelo debajo de un récio pino, se sentía atribulado.
¿Quien eran aquellos señores? ¿Por que preguntaban por el?
Oyó a lo lejos a su madre que le llamaba._ No iré _decía para sus adentros_¿Por que no me explican nada? ¿Por que mamá llora?¿Por que me han encerrado debajo de la escalera?_
Las voces se tornaron angustiosas, Gálio se acarició las rodillas llenas de costras y se levantó. Sacudió su exiguo pantalón y se dirigió camino del pueblo, que quedaba a sus pies. Descendió al trote por el sendero. El atardecer era dorado y rojo, pero a sus ojos infantiles esto no era importante. Su madre "La Agnés" como la llamaban en el pueblo, le esperaba con los ojos enrojecidos_¿Lo habrá oído?_Se preguntaba.
Cuando se encontraron, ni media palabra, lo tomó de la mano y lo zarandeó. El bajó la cabeza, sabía que padre estaría furioso. Para su sorpresa, padre no dijo nada, se limitó a mirarlo muy serio y le señalo la silla en la mesa al lado de su hermana. Los niños se miraban sin entender que estaba sucediendo, pero nadie hablaba. Tanto ceremonial no era normal . La voz de padre se alzó_La sopa se enfría_
Pasaron los días y todo seguía igual. Galio esperaba algún indicio que le explicara aquello. Con sus casi ocho años ya se daba cuenta de muchas cosas.
Siguió la rutina, madrugar para ayudar a madre en el huerto, mientras padre trabajaba en el taller, la única herrería del pueblo. Su hermano Pep junto con su madre hacían las tareas más pesadas. En una cesta estaba Laia muy tapada, prácticamente no se apreciaba que hubiera una criatura, hacía frío a esas horas, aún no había salido el sol.
No, no había escuela, en aquella época no era habitual en los pueblos. Sin embargo Galio gozaba de un trato especial por parte del cura del pueblo. El al igual que su hermano mayor y otros chavales ayudaba en la iglesia, y sin embargo el padre Anselmo lo tomó bajo su protección. Galio no entendía porque a sus hermanos no les enseñaba el padre Anselmo a leer y escribir. Porque cuando preguntaba a sus padres sobre ello no le contestaban. Pero se resignaba a ser diferente, siempre fue diferente. En el pueblo los niños se burlaban de el y le llamaban "el gabacho", el padre Anselmo lo diferenciaba. Sin respuestas dejo de cuestinárselo, pero le mortificaba. Y ahora aquellos hombres ¿Que querían de él?
Galio oyó más de lo que hubiera querido, decían algo de su madre... algo así como que le estaba buscando. Y todo aquel revuelo_¡Los municipales! ¡Los municipales!_¿Que estaba pasando? ¿Acaso no veían en la puerta a su madre? Y el debajo de la escalera, allí le hicieron ponerse con precipitación sus padres.
Pasaron más días, la rutina y la falta de respuestas calaron en su ánimo. Por la noche desde la ventana de su habitación Galio miraba las estrellas, se encontraba a gusto entre sus ásperas mantas oyendo la suave respiración de Pep. Le costaba dormir porque hacía mucho frío, el calor de la herrería que mantenía tan cálido el piso de abajo, no alcanzaba al piso superior, a pesar de que la casa era pequeña no bastaba. Tiritaba, parecía que su diferencia alcanzaba hasta ese punto, siempre era más friolero que sus hermanos. Pero contemplar las estrellas, mientras entraba en calor era un momento mágico, en el que hacía volar su fantasía.